Es una gran definición para los sentimientos que sobrevuelan estos días. Un año envejecido, cansado, que no termina de morir. Un año joven, esperado, que no se anima a comenzar. Y la crisis interior que genera el vivir entre los tiempos. Por un lado, la crisis de la angustia: la que pide dejar en el año que aún no muere todo lo que nos cambió la vida este tiempo, y todo lo que no logramos cambiar. Por el otro, la crisis de las expectativas: la que espera que el año que aún no nace nos devuelva algo de lo que esta nueva normalidad nos quitó. La que ruega por un año un poco más dulce.
La palabra “crisis” viene del verbo, en griego antiguo, “krinein” que significa “juzgar para tomar una decisión”, y de su sustantivo “krisis”, que significa justamente “juicio” o “decisión”. Rosh Hashaná también lleva el nombre de “Iom Hadin – El Día del Juicio”. Por lo que esa noche nos llama a enfrentar nuestras crisis, llevarlas a juicio, para entonces tomar decisiones. Decisiones que logren cerrar los tiempos viejos, para hacer nacer los tiempos nuevos.
La palabra “crisis” en hebreo se dice: “Mashber”. Y dentro de nuestros textos sagrados toma al menos tres significados:
El primer “Mashber” es un verbo, y lo encontramos en el Libro del Éxodo (32:19). En el momento de mayor crisis del relato bíblico, Moisés baja con las Tablas de la Ley en sus manos y ve al pueblo adorando un becerro de oro. El profeta, quebrado por la desilusión, arroja las Tablas de sus manos. El texto dice: “Vaishaber otam tajat haar” – “Y las quebró a los pies del monte”. La palabra “Mashber – crisis” aquí es utilizada para describir el quiebre de un pacto. El pacto entre el cielo y la tierra estaba roto.