Lerner sugiere que la saga bíblica no debe leerse de manera “secuencial” sino “sincronizada”, lo que implica que no es que Abraham oyó primero la voz divina para sacrificar a su hijo, y posteriormente el mandato de no lastimarlo, sino que escuchó ambos mensajes de manera simultánea. Es decir, que en el mismo momento que una voz le dice “sacrifica al niño”, paralelamente otra le indica “salva al niño”. En este sentido, siendo Dios sinónimo de libertad suprema, cada una de ellas representa la auténtica voz divina, porque nos brinda opciones de manera coetánea. Abraham escucha ambas voces, pero dice “no” a la primera y elige la segunda, entendiendo que ésta debe ser la voz “más trascendente” de Dios. 

 

Desde una perspectiva literaria posmoderna, el hecho de que Dios atesore simultáneamente varias voces brinda al texto una belleza poética notable, y desde una configuración teológica, representa el paradigma más refinado en la simbología de la libertad.

 

El texto nos ilustra acerca de la existencia de voces que reverberan dentro nuestro, que se presentan en estado de conflicto. Y como el patriarca, permanentemente percibimos mensajes contradictorios en nuestro estado de conciencia, que se hacen eco en nuestra alma.

 

Apelo a que este año que se inicia podamos elegir la voz del amor, la justicia, la solidaridad y la compasión.