compromisos que adoptamos deben perdurar para enfrentar los desafíos que Israel y las comunidades judías de todo el mundo tenemos por delante. Este Rosh Hashaná y este Iom Kipur son especiales, distintos a todos los anteriores. El dolor nos obliga a redoblar esfuerzos en un contexto donde la prédica antijudía, a partir del 7 de octubre, se ha exacerbado.

La masacre dentro de los kibutzim, en las calles y en el predio donde se realizaba el festival de música por la paz, muestra hasta qué punto se revela el odio a través de la violencia explícita.  Ese horror impacta en los lugares donde se cometen los crímenes y, a la vez, paradójicamente, generó un clima de intolerancia y odio hacia los judíos a nivel global.

No estamos solos, pero sí depende de nosotros mantener la voz en alto para advertir, denunciar y concientizar a buena parte del mundo que mantiene una mirada complaciente frente al terrorismo y sus réplicas

antijudías, sobre todo, en las universidades y en las calles de países democráticos.

Ya conocemos las desgarradoras consecuencias de la indiferencia y la descalificación. 

La DAIA mantiene con un convencimiento irrevocable que la violencia discriminatoria y los discursos de odio pueden y deben enfrentarse con decisión. Hay que seguir trabajando para seguir desarmando las prácticas abusivas. Y en estos Iamim Noraim vamos a fortalecer el trabajo que venimos realizando desde hace 89 años para combatir el antisemitismo y fomentar y reforzar el diálogo con todos los sectores de la sociedad argentina para que la convivencia entre las distintas comunidades siga siendo un ejemplo en el mundo, aún en tiempos turbulentos como los que estamos atravesando.