“Qué difícil se me hace mantenerme con coraje”.
Es difícil tener coraje para seguir con la vida habitual sabiendo que hay familias enteras que hoy no lo pueden hacer.
Cuando alguien me pregunta si tengo familia en Israel, mi respuesta es: todos tenemos familia, aunque no la tengamos. Todos perdimos un hijo, una hija, un padre, una madre, un abuelo, una abuela, un amigo, una amiga. No hay familia que hoy esté entera, sin pérdidas.
Siento que parte de la mía aún sigue en Gaza como rehén. Aún no sabemos si están con vida o no.
Siento que cada uno de los que perdieron su vida en el festival Nova, todos los civiles, todos los soldados luchando por sus vidas y por las nuestras, nos están diciendo “no se den por vencidos, por ustedes y por nosotros”.
Siento que nada es igual a partir del 7 de octubre.
“Qué difícil se me hace seguir pagando el peaje de esta ruta de locura y ambición”.
Es difícil entender que, para Hamás, la vida de cada ser humano, chico o grande, hombre o mujer, no tiene importancia. Ni la propia ni la
ajena.
Cómo no la va a tener si nos faltan los abrazos, los besos, las palabras de aquellos que han partido. Incluso nos faltan las peleas, las discusiones.
Hoy nos falta todo. Hoy nos faltan sus vidas.
Hoy nos falta la fuerza de hacer todo a pulmón.
Pero a pesar de todo, nuestro pueblo siempre salió adelante, a pesar del dolor, de las muertes, de las faltas.
Y este año 5785 no será diferente.
Volveremos a reconstruir nuestras casas destruidas, nuestras historias destruidas, nuestros abrazos y sonrisas destruidas.
Porque eso significa Rosh Hashaná: volver a tener fe de que una vida mejor nos está esperando, que viviremos momentos mejores.
No olvidaremos. No podemos ni queremos olvidar lo ocurrido.