trabajar por el bien común (itario), dejando de costado el rédito personal que solo sirve para incrementar el ego.

Los líderes judíos han demostrado ser ejemplo a lo largo de la historia. 

Hemos escuchado hermosos relatos bíblicos, historias de heroísmo y narraciones épicas de situaciones adversas. En todos los casos, lo que se repite una y otra vez es nuestra capacidad de resiliencia, superación, inteligencia, adaptación y, sobre todo, altura moral. 

Cada tiempo posee un desafío y, para ello, se hace más que necesario trabajar por ser mejores, más profesionales y comprender hacia dónde vamos y para qué hacemos lo que hacemos. 

Hacer lo mismo de siempre no es opción. Los líderes del pueblo en su ámbito poseen una enorme responsabilidad, mucho mayor a la que algunos desearían: porque no solo se trata de administración, sino más bien de conducir en este tiempo de guerra y conflicto.

Peleamos por vivir.

Porque una vez más aplica la máxima de Charles Darwin: “No es el más fuerte ni el más inteligente el que sobrevive, sino aquel que más se adapta a los cambios”. Por eso Nelson Mandela o Martin Luther King e incluso JFK nos ayudan a comprender que en tiempos de incertidumbre, en el que somos atacados como pueblo, cultura y religión, cada uno de nosotros es importante, pero los que lideran aún más.