Por Amiela Spector – Directora General de Acción Social de Jabad
¡El 7 de octubre! La muerte nos alcanzó a todos y se llevó con ella una parte de quienes se quedaron con vida.
Desde aquel día, cada día de mi vida, imágenes, sentimientos, rezos y lágrimas comparten las horas.
Cada día intento comprender y conceptualizar el odio, el horror, el desgarro, pero fallo en cada intento. Solo puedo materializar en algunas palabras y algunos rezos aquello que me acompaña desde aquel entonces.
A pocas horas de los días más sagrados, en donde nuestro creador sale a buscarnos, es que mi corazón se abre con esperanzas, con ansias y solo reza y clama a nuestro padre celestial.
Padre,
¡No apagues la luz! No me abandones
Cuando me dejas, la oscuridad gobierna cada uno de mis rincones y
Cada uno de mis recuerdos.
No apagues la luz, ya no suelo soñar
Por las noches solo me invaden imágenes de horror y miseria
Solo me invaden sueños rotos.
No apagues la luz,
No quiero dormir.
Temo perderme en el bosque de las tinieblas,
Temo encontrarme de cara a la muerte y no despertar.
¡Te suplico! No apagues la luz, no calles
¡Necesito escuchar tu voz!
Canta esa melodía que solías susurrar cuando éramos pequeños
No te alejes, no me abandones con mi soledad.
Padre, ¡no apagues la luz! Quédate a mi lado