Pudo seguir los pasos de su padre.

Rosh Hashaná es un nuevo comienzo, de nuevas esperanzas, de nuevos sueños concretados, de nuevos caminos, y al leer el nacimiento de Itzjak, celebramos la renovación de ese tiempo, de nuestro tiempo como judíos.

En estos días, hacemos nuestro Jeshvon HaNefesh, nuestro balance del alma, donde evaluamos y miramos nuestro año pasado para ver qué hicimos bien y qué hicimos mal, qué quisiéramos volver a repetir y qué no.

Este tiempo de Iamim Noraim, que va desde Rosh Hashaná hasta Iom Kipur, nos enseña lo difícil que es mirarnos a nosotros mismos a la luz del año que hemos vivido.

No es fácil hacer este trabajo de introspección y reflexión, ya que nos enfrenta con nosotros mismos, con nuestras dificultades, con nuestros desafíos. Pero a su vez es un momento extraordinario para hacer un alto en nuestras vidas, analizar y ser realmente quienes queremos ser, de volver a soñar.

Y para este despertar de nuestras conciencias escuchamos el Shofar, este instrumento que habla sin palabras pero que su sonido nos invita a liberarnos de todo aquello que no nos permite ser verdaderos seres humanos. 
El Shofar no es solo la voz de Dios, sino también la voz del hombre. Una voz que no quiere callar.

Que estos Iamim Noraim podamos escuchar a través del sonido del Shofar todo aquello que tiene para decirnos, todo aquello que necesitamos escuchar y, sobre todo, aquello que debemos realizar para poder hacer de este mundo y de nuestras vidas algo maravilloso.

¡Shana Tova Umetuká!