(Por Claudio Epelman –
Dtor. Ejecutivo del Congreso Judío Latinoamericano).
En algunos días, las comunidades judías de todo el mundo brindaremos en familia para dar la bienvenida al 5784.
Como en toda celebración, en la mesa no faltarán las comidas típicas, aunque este “año nuevo” tendrá más dulzura que vitel toné. Porque a diferencia del 31 de diciembre, el significado de esta festividad va mucho más allá de un simple cambio de calendario.
La tradición judía nos enseña que Rosh Hashaná tiene tres pilares fundamentales.
La tefilá, o plegaria, es el primero de ellos, y se limita al aspecto religioso propio de esta fecha.
El segundo es la teshuvá, o arrepentimiento, una oportunidad de rever nuestras acciones que supera la mera introspección, y pone el foco en el acto de pedir perdón.
Por último está la tzedaká, que tiene sus orígenes en la palabra hebrea tzedek, justicia. Definida habitualmente como caridad, es más bien justicia social.
Aprendemos, entonces, que el año nuevo es una oportunidad no solo de balance individual sino colectivo, de poner el foco en aquello y aquellos que lo necesitan, y trabajar juntos para construir una sociedad más justa.
¡Shaná Tová Umetuká, por un año bueno y dulce!