Estado Judío. No obstante, la soberanía obtenida no encandiló a los fundadores del nuevo Estado en la patria ancestral. La Declaración de la Independencia le dio un carácter de estado judío y democrático, dos aspectos compatibles, como lo refleja la declaración: “El Estado de Israel permanecerá abierto a la inmigración judía y el crisol de las diásporas; promoverá el desarrollo del país para el beneficio de todos sus habitantes; estará basado en los principios de libertad, justicia y paz, a la luz de las enseñanzas de los profetas de Israel; asegurará la completa igualdad de derechos políticos y sociales a todos sus habitantes sin diferencia de credo, raza o sexo; garantizará libertad de culto, conciencia, idioma, educación y cultura; salvaguardará los Lugares Santos de todas las

religiones; y será fiel a los principios de la Carta de las Naciones Unidas”.

Lo que es y lo que no, se delineó desde un primer momento, para que en el día tan ansiado, que ya llegó, tal como lo expresa una de las nuevas estrofas agregadas para los festejos de estos 70 años en la canción Aleluya, cuando “de un país pequeño y solitario, que era solo una leyenda nocturna y hacia ti retornamos desde todos los rincones del mundo”, pasó a ser un país pujante, innovador, independiente en recursos de todo tipo, tenga siempre presente su esencia, en la que lo judío y lo democrático tienen que ir siempre de la mano.

Y continúa Israel, en ese desafío dual, y posible, de ser un país como cualquier otro, y a su vez, una luz para los pueblos.

¡Shaná Tová Umetuká!