Por Jonathan Lemcovich
Presidente Hebraica
Vivimos en un mundo de transformaciones abismales, donde la tecnología, lo digital y la inteligencia artificial han cambiado nuestras vidas de manera profunda. Sin embargo, a pesar de estos avances, la manera de gestionar las instituciones judías en Argentina parece estar congelada en el tiempo.
Este modelo, que trae consigo ciertas ventajas como la colaboración desinteresada de voluntarios, el compromiso casi ad honorem de nuestros madrijim y el valioso aporte de muchos socios, también presenta enormes desafíos para aquellos que deseamos cambios estructurales.
Las herramientas que utilizábamos han quedado obsoletas, la forma en la que nos relacionamos ha cambiado y los canales tradicionales de comunicación están desactualizados. Quienes luchamos por una reforma cultural somos cuestionados, tanto desde dentro como fuera de los espacios donde nos desarrollamos. La resistencia al cambio se siente en cada rincón, y la crítica a lo nuevo llega a rozar lo absurdo.
Pero aquellos que estamos al frente tenemos claro cuál es nuestra visión y trabajamos día a día para cumplir nuestra misión, aún en un contexto nacional y global de inestabilidad.
Después del 7 de octubre, no solo queda un dolor indescriptible por las atrocidades cometidas — violaciones, asesinatos masivos y secuestros —, sino también una profunda interpelación a todos los líderes judíos. Nosotros somos los responsables de velar por la seguridad de aquellos que representamos, no solo aquí, sino también por nuestros hermanos en Israel y el resto del mundo.
Aportar significa tener conciencia y empatía por todos aquellos que, con su esfuerzo cotidiano, mantienen viva la vida judía como la conocemos.
En estos Iamim Noraim, mi deseo es que cada judío tenga la conciencia de lucha, el espíritu macabeo de esforzarse por el prójimo y el respeto por quienes lideran.
Como presidente de Hebraica, les envío mis mejores deseos de paz y prosperidad para todo el pueblo de Israel.
Shaná Tová. Gmar Jatimá Tová. Am Israel Jai.