Por Rab Graciela Grynberg
Comunidad Beit Israel y Presidente del ISER
“Qué difícil se me hace mantenerme en este viaje”
Así comienza la canción “A todo pulmón” de Alejandro Lerner.
Qué difícil se me hace escribir algo acerca de estos Iamim Noraim 5785.
Es difícil porque a partir del 7 de octubre del año pasado, nuestra vida cambió, nuestra manera de pensar cambió para siempre.
Creíamos que con la Shoa, las masacres al pueblo judío habían concluido. Por supuesto, que los atentados nunca pararon, pero nunca con tanta saña, con tanta maldad.
“Qué difícil se me hace cargar todo este equipaje”.
Es difícil cargar con el dolor de lo ocurrido ese día y todo lo ocurrido después. Las imágenes son imposibles de olvidar.
Cómo olvidar la destrucción de las vidas, de los abrazos, de los besos. Cómo olvidar todos los sueños que ya no podrán ser realidad: ver el primer día de clases de un hij@, verlos entrar en la jupá, ver cómo tienen sus propios hijos. Ver a un padre o a una madre envejecer, ver jugar a los abuelos con los nietos.
“Qué difícil se me hace mantenerme con coraje”.
Es difícil tener coraje para seguir con la vida habitual sabiendo que hay familias enteras que hoy no lo pueden hacer.
Cuando alguien me pregunta si tengo familia en Israel, mi respuesta es: todos tenemos familia, aunque no la tengamos. Todos perdimos un hijo, una hija, un padre, una madre, un abuelo, una abuela, un amigo, una amiga.
No hay familia que hoy esté entera, sin pérdidas.
Siento que parte de la mía aún sigue en Gaza como rehén. Aún no sabemos si están con vida o no.
Siento que cada uno de los que perdieron su vida en el festival Nova, todos los civiles, todos los soldados luchando por sus vidas y por las nuestras, nos están diciendo “no se den por vencidos, por ustedes y por nosotros”.
Siento que nada es igual a partir del 7 de octubre.
“Qué difícil se me hace seguir pagando el peaje de esta ruta de locura y ambición”.
Es difícil entender que, para Hamás, la vida de cada ser humano, chico o grande, hombre o mujer, no tiene
importancia. Ni la propia ni la ajena.
Cómo no la va a tener si nos faltan los abrazos, los besos, las palabras de aquellos que han partido. Incluso nos faltan las peleas, las discusiones.
Hoy nos falta todo. Hoy nos faltan sus vidas.
Hoy nos falta la fuerza de hacer todo a pulmón.
Pero a pesar de todo, nuestro pueblo siempre salió adelante, a pesar del dolor, de las muertes, de las faltas.
Y este año 5785 no será diferente.
Volveremos a reconstruir nuestras casas destruidas, nuestras historias destruidas, nuestros abrazos y sonrisas destruidas.
Porque eso significa Rosh Hashaná: volver a tener fe de que una vida mejor nos está esperando, que viviremos momentos mejores.
No olvidaremos. No podemos ni queremos olvidar lo ocurrido.
Pero sabemos que debemos seguir adelante. Por los que no están, por los que no pudieron soñar con un futuro lleno de sonrisas. Por los que vendrán. Por ellos y por nosotros.
Que este nuevo año traiga a todos los rehenes vivos de regreso a sus hogares. Que la guerra llegue a su final.
Que la paz sea sinónimo del deseo de cada ser humano que habita esta tierra.
Nunca dejemos de soñar por un mundo mejor donde todos podamos sentirnos hermanos.
¡Shana Tova Umetuka!
שנה טובה ומתוקה