Por Martha Wolff
Escritora
Para los que vivimos llega otro Iamim Noraim para celebrar la vida, para mejorar el futuro.
Para los que ya no están será otro año más sin ellos.
Para los secuestrados el 7/10 será una agonía por el no derecho a compartir ni a rezar.
Para los que fueron asesinados será siempre un año nuevo sin perdón a sus homicidas.
Para los que sobrevivieron, un milagro y una herida que nunca cerrará.
Cuando se recuerde la creación del mundo en Rosh Hashaná será pedir por su no destrucción. Cuando se abran las puertas del cielo en Iom kipur estará atravesado por almas ausentes y misiles.
El año que termina, el 5784, se recordará en el calendario hebreo como año de duelo imposible de olvidar. Saldrá la primera estrella pero su brillo será por las lágrimas derramadas ante el retorno de la barbarie del antisemitismo.
Bajo la bóveda negruzca del anochecer, los judíos encenderemos velas en nuestros corazones por cada uno de los asesinados por el terrorismo islámico de aquel fatídico octubre y por los que todavía están en cautiverio.
Reunidos en los templos, las plegarias viajarán hacia Israel, tierra de progreso y amor, hacia un país que ha demostrado al mundo su capacidad de defensa, de cuidado de su población, de su trabajo precautorio para protegerlo, de sus reservas de alimentos para su pueblo, de su agua brotada desde la piedra y el desierto, de su aridez convertida en fertilidad, de su ciencia al servicio de la salud, de una industria pujante, una agricultura de ciencia ficción, de su educación en todos los niveles y de las cientos de planes para asistir a los ciudadanos en la paz y en los peligros.
Todo esto y mucho más sobre una tierra que por debajo solo tiene los refugios como los tienen cada uno en su departamento en las piezas blindadas.
Todo esto comparado con los túneles de Gaza construidos bajo tierra dejando sin protección a su población empobrecida y sin cuidado, mientras la riqueza fue invertida en la fabricación de armamento para destruir a Israel. Así es la diferencia cuando se construye para arriba para la vida y para abajo para la destrucción.
Este Iamim Noraim será el del antisemitismo más virulento después de la Shoá.
Será ese condenar a Israel como asesino, cuando los asesinos son los que nunca podrán reconocer al judío como igual y con derecho a defenderse.
Será el resabio del antisemitismo que ha quedado de la historia repetida.
Será el gran dolor de seguir llevando a nuestros muertos de siempre por el odio y nunca dejando de ser judíos ante el prejuicio del mundo ahora financiado por el fanatismo árabe extremo.
Será un Iamim Noraim con un shofar que sonará como nunca para ser escuchados por los 1200 masacrados el 7/10 y sacrificados por la locura fanática de un dios que manda a matar en vez de amar.
Será su vibración un toque de atención para reflexionar si la humanidad desea un mundo mejor o un campo de batalla.
Será el momento de hacer una estadística de los que desean la paz como camino a la convivencia o si esperan a la paloma que no llega porque los dueños de su vuelo la tienen enjaulada como la reacción internacional ante la existencia de Israel.